Al otro lado de la lente

La fotografía documental se ha encargado, en muchas ocasiones, de darnos a conocer determinados entornos y situaciones, incluyendo muchas veces en el contenido de estas imágenes a los protagonistas. Sin embargo, los proyectos en los que los propios protagonistas son los que cogen la cámara y retratan su realidad, su entorno, su conflicto o su modo de mirar la vida, son cada vez más comunes. Un modo de generar y potenciar la integración, la cooperación y el entendimiento entre personas y culturas en el que la herramienta fundamental es la cámara y, la imagen, un lenguaje universal.

Joan-Miquel Tomàs, antropólogo, afirma sin embargo que existe cierto problema con los términos de integración y cooperación, ya que “generalmente todas las culturas pensamos que nuestro concepto es el comúnmente aceptado”. Partiendo de aquí, ya que entenderemos la fotografía como un modo de dar a conocer “otra” realidad, podemos hablar del “poder transformador” de la fotografía del que habla Teresa Martín, que trabaja en proyectos de Cooperación Internacional (y que además es periodista) y que afirma esto ya que “te ayuda a expresarte, porque hay ocasiones en que las personas no pueden hacerlo por otro medio, ya sea porque no saben leer o escribir, pero la imagen es un lenguaje que te ayuda a expresar lo que sientes tal y como tú lo estás viendo, además de aquello que los medios de comunicación no dicen”.



Eleuteri Maciá, educador social, señala además que a la hora de comprender la realidad “la fotografía es directa, pero también incluyo otras artes como pueden ser la pintura, el cine o el teatro”. En el caso del cine podríamos señalar, por ejemplo, la película Mooladé, que producida y realizada por y para africanos, y en África, relata la historia de una mujer que intenta darle asilo (a lo cual se conoce como mooladé) a un grupo de niñas a las que se va a practicar la ablación. Desde cómo viven, el entorno o el debate social entre las personas que creen que sí o que no debe seguir practicándose esta práctica a las mujeres, ofrece una visión, desde dentro, de cómo se vería este conflicto. 

El hecho de que sea una persona desde dentro la que muestra esa realidad, que podamos conocerla tal cual, hay quienes creen que puede favorecer un paulatino cambio de conciencia social en el que se favorezcan otras visiones. Así, Maciá afirma que “necesitamos estar conectados con el mundo. Creo que si a la gente que le llega algo luego lo comunica y lo comparte, la conciencia irá cambiando poco a poco”.  Miquel Tomàs, por su parte, añade que “la fotografía puede crear muchos vínculos ya que para la mayoría de culturas la imagen tiene una fuerza metafísica fruto de las bases religiosas (y también la científica), que otorgan un grado pseudo divino. Con esto se puede ayudar a fortalecer vínculos afectivos que sean, a su vez, el vehículo de establecimiento de lazos de amistad”. Y señala esta palabra como “la palabra mágica, el concepto que enlaza, une y provoca la socialización: desde la amistad al infinito”.

Sin embargo, en la sociedad occidental generalmente este tipo de hechos se nos suelen presentar de modo ficcionalizado o documental. Es decir, hemos escuchado y leído sobre niños soldado, pero, ¿les hemos escuchado o hemos visto cómo miran?  En el libro Arte, Ideología y Capitalismo, de Slavoj Zizek, filósofo esloveno que cree que los medios audiovisuales pueden crearnos una percepción de la realidad un tanto distorsionada, dice que "según Semprún el Holocausto sólo se puede representar mediante el arte: lo falso no es la estetización del Holocausto, sino su reducción a objeto de reportaje documental. Cualquier intento de dar cuenta de los hechos del Holocausto en términos documentales neutraliza el impacto traumático de los acontecimientos descritos”. ¿Deberían, pues, tratar todos los hechos que han de darse a conocer como películas u exposiciones artísticas? ¿Es realmente un baño de agua fría lo documental? ¿Es que realmente no estamos preparados para ver qué tienen que contarnos otras personas?


Dice una de las niñas protagonistas del documental de Zana Briki llamado Los niños del barrio rojo (ganadora del Oscar a mejor película documental en 2004) que “hay que aceptar que la vida es triste y dolorosa, y ya está”. Zana Briski, por su parte, al comienzo del documental, realizado en Calcuta, cuenta que al viajar a allá para realizar fotografías de las prostitutas su leit motiv fotográfico cambió al poco de llegar. “Los burdeles están llenos de niños, están por todas partes… Estaba rodeada de niños, yo les hacía fotos y ellos me las hacían a mi. Querían aprender a utilizar la cámara. Entonces fue cuando pensé que sería increíble enseñarles y ver el mundo a través de sus ojos”. Así es como podemos observar cómo, de mano de estos niños, es la vida en los burdeles de Calcuta y cómo observan su entorno y entienden la fotografía.

Charo Pagán, fotógrafa murciana integrante de la Asociación Hypoheals, afirma que en su experiencia en Gulu, que es donde está ubicada la escuela de fotografía y audiovisuales donde trabajan con niños ex-soldado, le sorprendió observar cómo “de una escena un niño puede mirar lo mismo que tú y verlo igual, o verlo diferente, y que mediante la imagen se puede comprobar. Es bonito y es enriquecedor, nos ayuda a  aprender a observarnos los unos a los otros”.

Teresa Martín, que ha trabajado en diversos proyectos en pro de la integración con colectivos de personas desfavorecidas mediante la fotografía, en muchos casos de los casos, afirma que la fotografía es “terapéutica, porque te ayuda a alejarte de ti mismo, a verla reflejada en un ordenador, en papel… y te ayuda a analizarlo”. Añade que “mediante la fotografía, el audiovisual y sobre todo la información, lo que haces es captar otra información y tratar de transformarla, porque la fotografía te da una visión muy distinta de las cosas”. Señala que el diálogo entre personas es el que suele propiciar los proyectos, y que le ha descubierto cosas como que cualquier persona puede aprender a expresarse mediante la imagen, que te pueden enseñar a mirar desde otra perspectiva. “La foto no sólo sirve para reflejar lo que uno ve, sino como la interpretas, y la realidad de cada uno es muy importante, porque la contrastas. Te enfrentas a una realidad de la que no te das cuenta porque la estás viendo al otro lado del objetivo”.

Y es que ya lo ven, contadas las cosas desde el otro lado de la lente, todo se ve diferente.


Este es el nombre de un proyecto que se realizó entre España, México, Buenos Aires,  Guatemala, España e Italia, mediante el cual se estuvo analizando la violencia, tratando de hacer una prevención de violencia en jóvenes, según relata Teresa Martín, que trabaja en proyectos de Cooperación Internacional.

Tras crear varios grupos de chicas que habían sufrido episodios de abusos, palizas en familias, violaciones y demás vejaciones en los diferentes países para poder comenzar a hablar con ellas y ver cómo se podría prevenir, Martín afirma que empezaron “a trabajarlo viendo el modo de mostrar cómo se sentían ellas. Entonces empezaron a hacerse fotos de sí mismas, grupos de chicas en esta misma situación, donde podíamos comprobar que tenían muchísimo rechazo a su físico. Estaban en talleres de peluquería y se hacían fotos”. La iniciativa, que más tarde mostraba las fotografías de las chicas a otras en una situación similar en Latinoamérica, hizo que “se dieran cuenta de que había más chicas en su situación con los que se iban a encontrar, lo cual fue muy interesante porque de las primeras fotos que se hicieron a si mismas, hasta las fotos finales que se hacían en grupo, cuando pudieron hablar y empezar a expresarse, momento en el que se crearon grupos interculturales que empezaron a fotografiar el entorno y las realidades que ellos veían, fue cuando me di cuenta de lo importante que era para determinados colectivos tratar de expresarse mediante un medio que les permitía no mostrar sus carencias intelectuales, de lo importante que es la imagen y lo que puede transformar a una persona”.

Más allá del poder documental o integrador, sino de la propia autonomía y reconocimiento personal, añade Teresa que estas chicas se han dado cuenta, mediante esta iniciativa, de que “son capaces de hablar mediante un lenguaje no verbal, que les ha dado mucha fuerza personal porque las hizo trabajar en equipo, demostrar lo que podían expresar, que podían enseñar lo que ellas pensaban de la gente y de si mismas. Me di cuenta de que habían subido varios peldaños en su autoestima y su poder de acción”. 



Cambiando balas por fotos


Gulu, norte de África. Un grupo de jóvenes fotógrafos y creadores audiovisuales. Un grupo de niños que fueron obligados a ser soldados y que han sufrido directa o indirectamente las consecuencias de una guerra. Una escuela. Cámaras y carretes. Ganas e ilusión. Adiós a las balas, hola a las fotos. Sin duda estamos hablando de Hypoheals, una asociación sin ánimo de lucro (creada Borja Luque y Luis Arellano) para el desarrollo de proyectos de educación y cooperación y donde los chicos que asisten a esta escuela aprenden fotografía y retratan su entorno ellos mismos.

La fotógrafa murciana Charo Pagán, una de las integrantes del equipo de Hypoheals, impartió clases de fotoperiodismo a uno de los dos grupos en los que se reparten los alumnos (iniciación y avanzado), y afirma que el principal objetivo que persiguen sus integrantes es que “se consiguiera generar un espacio allí, un lugar donde puedan borrar o dejar a un lado las imágenes que tienen en la cabeza y crear imágenes nuevas, que sean bonitas, que las puedan revelar y tenerlas en su casa y en sus mentes para siempre”.

A pesar de que afirma que la experiencia de ir a Gulu en verano durante unas semanas a impartir clase a los chicos “es preciosa”, señala como lo más difícil cuando comenzó a conocer las historias de algunos de los chicos. “Me pasó en concreto con un chico que se llama Kennedy, un día estábamos sentados en un barracón tomando el sol pasando el rato y me dijo que allí era donde dormía cuando era night commuter o caminante de la noche, y me contó su historia: debía andar todas las noches más de veinte kilómetros para poder huir de la guerrilla... durante ese tiempo perdió a sus padres y algunos de sus hermanos...  No sabes qué hacer cuando te cuentan eso”.

Pese a esos rastros del dolor, tanto Charo como Miquel Escoto, también integrante de esta asociación, se mantienen positivos y afirman haber aprendido muchísimo de ellos.  Y esta asociación, cuyo objetivo último es “dar el paso definitivo para que sean los propios estudiantes los verdaderos gestores de la asociación, autónomos y organizados en clave de cooperativa”, ya camina. Tras varias exposiciones en España con las fotos de los chicos, la última en la Biblioteca Regional de Murcia, y el periódico digital de Gulu, que pusieron en marcha en verano y donde van volcando sus propios contenidos, siga siendo actualizado por ellos mismos, con sus textos y fotografías, ya que según cuenta Charo “muchos de los alumnos quieren ser fotógrafos y periodistas” y a pesar de que “allí los ritmos son distintos y las prioridades son otras, la alegría de recibir noticias suyas es inmensa”, dice Miquel. 

Colaborar con ellos puede ir desde aportar material (como cámaras, carretes, etc) a hacerse socio. Charo además indica que con este tipo de iniciativas "te das cuenta que no hace falta ser médico para poder colaborar de un modo activo, hay cabida para cualquier persona que quiere aportar un grano de arena". Y es que, como su propio lema indica, "contigo la perspectiva puede cambiar".

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