La perspectiva que tenemos del mundo
según quién nos lo muestra, visualmente hablando, es algo que varía y
siempre sorprende. Qué impresiones o acepciones nos creamos cuando
conocemos determinados lugares, conflictos o personas, dependiendo de
quién esté mostrándolo, es algo que no paramos de cuestionarnos y que
sería aplicable a todo aquello que nos mantiene “informados” en el
mundo: el periodismo, los documentales y el cine y, en este caso, la
fotografía.
Desde que se generó tantísimo revuelo con el archiconocido vídeo de los chicos de Invisible Children,
en el que mediante una serie de apelaciones sentimentaloides en el que
papá blanco se convierte en héroe que salva a niños negros, con un
montaje rítmico, cuidado y bien planeado (que no se diga que no son
cineastas), y cómo ha logrado arrasar en Internet y levantar la voz de
miles de personas que no conocían el conflicto, que les daba igual o que
ya estaban hartos de ver fotografías de niños de África, volvimos a
comenzar a darle vueltas al tema y a plantearnos cómo es observar el
mundo desde perspectivas en las que gente que se introduce en
determinados conflictos o lugares para colaborar solidariamente retratan
ese entorno, más allá de una mera visión documentalista o, como en el
caso de Kony 2012 (sí, la alusión era a esta película, ya que no deja de ser eso, una película), más simplista.
En una de las charlas que se organizó en el último Fotoencuentros, Frank Calero, director de Ojodepez Meeting Barcelona
(entre otros datos de su currículum), habló de algo a lo que nombró
como “vacas monocromas”. El concepto, que apela en cierto modo a la
repetición de temas, lugares, escenas y recursos que muchas veces vemos
retratados en proyectos fotográficos, lo ilustró mostrando una serie de
fotografías realizadas en La India, que pese a ser correspondientes a
diferentes fotógrafos parecían formar parte de una misma serie sobre
drogadictos en India, lugares de India, pobreza en India… Es por ello
que queríamos reflexionar, en este caso, sobre cómo alguien que forma
parte de una iniciativa y/o que está inmerso en un determinado ambiente
puede mostrárnoslo desde una visión personal, lejos de la del fotógrafo
que selecciona a qué lugar quiere viajar para fotografiar algo, pese a
ser los mismos motivos o personas que quizás retrataría cualquiera de
esos a los que Calero se refería.
Y que la fuerza de la imagen es
innegable, por otro lado, es algo difícil de cuestionar al comprobar los
efectos que provoca en determinados casos. No hay más que pensar en la
mítica foto de Steve McCurry
de la niña afgana (imagen superior izquierda), que le ha consagrado
como fotógrafo a nivel mundial y que le llevó a buscarla años más tarde.
Esto también nos inclinó a pensar en que realmente no la conocía, sino
que fue más bien fruto de una casualidad durante un trabajo como
fotógrafo en Afganistán, en contraposición a otros casos, como el de August Sander,
que retratando una Alemania contraria a la que Hitler deseaba mostrar
fotografió a gente de la calle (imagen superior derecha), lejana a ese
canon de “rubio con ojos azules” que su líder deseaba imponer y del que
supimos, por un documental en el que aparecían personas a las que éste
había fotografiado, que le interesaba conocer a quien retrataba, que
hablaba con ellos e incluso llegó a regalar algunas de las imágenes que
tomó a sus protagonistas. De estas dos visiones diferentes de la
fotografía, ambas interesantes y que dependen de factores como el
tiempo, la finalidad o la personalidad del propio fotógrafo, nos
interesaba la segunda en esta ocasión.
Si tipeamos en Google, por ejemplo, los
términos “proyecto de fotografía en África” (otro tema para nada
explotado…) aparecen 66 páginas de resultados con 10 enlaces por cada
una de ellas, con lo que nos encontramos ante 660 resultados que,
empleando otros términos o buscándolo en otro idioma, serán bastantes
más. Sin embargo, las retrospectivas sobre proyectos en África a las
que se refieren en estos enlaces serán diferentes entre si, pero muchos
tendrán en común factores como, por ejemplo, eso que señalaba Calero de
que aprovechando un tema concurrido o que esté “de moda”, retratarán a
los mismos niños con la barriga hinchada, al mismo león o a la misma
mujer con la cesta en la cabeza, no mostrándonos otros aspectos de la
cotidianeidad del entorno. Todos proyectos interesantes, muchos de ellos
con fotografías excelentes que probablemente tengan premios reconocidos
y que también hayan dado la vuelta al mundo, pero es por ello que la
mirada de aquellos que conviven con lo que fotografían o que les mueve
un motivo “no documental”, digamos, nos resultaba más interesante como
mensaje.
Y no hace falta irse muy lejos para
comprobar que hay gente que, aprovechando determinadas iniciativas
organizadas por un motivo u otro, aprovechan espacios que ya hemos
observado en otras ocasiones para mostrarnos, desde un punto de vista
más personal, su propia visión.
La Asociación Hypoheals,
que vistió las paredes de la Biblioteca Regional durante unas semanas
con la obra de los alumnos de esta escuela, está compuesta por un grupo
de fotógrafos y comunicadores audiovisuales españoles que imparten
lecciones de fotografía y vídeo a niños en Gulu (Uganda), de los cuales
muchos fueron obligados a ser niños soldado y otros tantos fueron
conocidos como los caminantes nocturnos (sí, de los mismos de los que
hablan en Kony 2012), y cuyo propósito es que los propios
chicos que hoy estudian allí fotografía sean los que gestionen esta
escuela y que “puedan construir nuevas imágenes, que sean bonitas, y
borrar todas aquellas que tienen del pasado”, según relata Charo Pagán, fotógrafa murciana participe de esta asociación y dueña de la tienda-estudio Sicóttica.
Una de las cosas que afirma que más le sorprende es observar cómo, a la
hora de hacer una foto de una misma persona (por ejemplo), las miradas
pueden ser parecidas o diferentes pese a las diferencias culturales, y
cómo se establece así una “conversación” en la que podemos aprender unos
de los otros.
De su paso por Gulu, donde impartió clases de fotoperiodismo, trajo una serie de imágenes a las que tituló como Estrellas fugaces,
en las que desde el cariño y la sencillez intenta mostrar cómo observó
ella misma ese entorno y en el que hace referencia a su deseo de que,
algún día, todos los sueños de sus habitantes se conviertan en realidad.
Un ejemplo de que la mirada de una enamorada de Gulu puede mostrarnos a
su gente desde la ternura que le despiertan.
Cirugía solidaria
José Antonio Tortosa es anestesista, aunque mantiene una estrecha relación con la fotografía como miembro de 2con8, una asociación murciana de fotografía amateur.
Desde siempre hemos entendido la
fotografía también como un medio para guardarnos una muestra de aquellos
lugares donde hemos estado, donde viajamos y de lo que podemos observar
en ellos. En el caso de este fotógrafo aficionado también lo hizo
durante su participación con Cirugía solidaria,
ong creada en Murcia, en una actuación en Mali, país donde realizó una
serie de fotografías en la aldea de Kafana, sobre su gente, su paisaje,
su espacio. No es profesional, pero podemos encontrar
en sus fotografías una manera de mirar un modo de vida, un espacio y sus
costumbres desde los ojos curiosos de un voluntario.
Y es que, si hablamos de diferentes
perspectivas a la hora de entender algo, es de agradecer que existan
estas visiones que merecen tanto respeto, consideración y admiración,
por qué no, que la de los fotógrafos documentales. O quizás más, juzguen
ustedes.
Excelente blog...!
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