Paparazzi: el espejo de la realidad


Indagando sobre fotoperiodismo, una frase no paraba de repetirse en muchos textos a los que acudía: ver una fotografía es como observar la realidad a través de una ventana. Es irónico que hablemos de la fotografía en esos términos y que fuese la imagen de una ventana la primera instantánea que se dio a conocer.

Si bien comienza la fotografía con la captación de imágenes estáticas, ya que el tiempo de exposición no dejaba lugar a otras posibilidades, pensamos en la fotografía social o periodística de autores como Cartier-Breson, Robert Capa o Paul Strand como el despegue de la fotografía como herramienta social. La necesidad y posibilidad de captar de forma automática una realidad fue el mayor atractivo en ese nacimiento de la fotografía. Gracias al instante decisivo de Cartier-Breson y a trabajos como "Los Americanos" de Robert Frank se pudo dar a conocer una sociedad heterogénea e injusta, y denunciar así las diferencias sociales o simplemente retratar un tiempo ahora pasado.

Si el fotoperiodismo ayudó a que conociésemos aquello que ocurría y no podíamos ver, el reportaje social nos dio la posibilidad de conocernos a nosotros mismos y ver aquello que las paredes del vecino nos impedían observar. Las posibilidades legales de aquel momento daban lugar a que ese "instante decisivo", aquel en el que se encontraban el ojo, la cabeza y el corazón, nos mostrase una realidad que ahora se ve reducida a una cesión de derechos y a una serie de pleitos legales que impiden retratar la sociedad actual.

Cuando no existía siquiera el oficio de paparazzi y la prensa rosa no era más que un (no tan) inocente correveydile, Felice Quinto se colaba entre bambalinas para seguir la pista a las estrellas de la
cinematografía de los años 50. Con un equipo de informadores y a lomos de su motocicleta perseguía la vida de aquellos personajes ayudando así a convertirlos en semidioses. Con La Dolce Vita de Fellini se acuña el termino paparazzi y se populariza dicha profesión. Si bien la historia nos cuenta las andanzas de un periodista, Marcello Mastroniani, y de su visión de la Via Veneto en Roma, el verdadero protagonista es la incomunicación. El protagonista/periodista entra dentro de esa alta sociedad a la que fotografía y se deja arrastrar por ella sin poder llegar a formar verdadera parte de ese reducido clan.

Desde Nan Goldin a Dorothea Lange, pasando por Robert Mapplethorpe nos encontramos con ese tipo de personaje que se mueven entre el objeto a retratar y forma parte de su día a día. De esa manera, se crea la posibilidad de captar la verdadera esencia del personaje y, principalmente, de lo que está ocurriendo. Son los años 70, Studio 54 y la Factory de Andy Warhol el mayor ejemplo de ello. A través del reportaje social, de la fotografía de paparazzi y de la prensa rosa, se relata la vida y las historias de esos artistas que con su mezcla de creación y droga se impusieron como el referente del tipo de vida que todos debían envidiar. De esa manera se crea un vínculo real entre el informador y el objeto de la información. Pasamos del reflejo de lo real que el reportaje social nos mostraba a la creación de una nueva realidad. El paparazzi en cuestión forma parte de la vida del retratado y muestra aquello que ayudara a crear la historia, el mito, la divinidad. Forman parte de una nueva ola y quieren dejar constancia de su nueva forma de hacer, pensar y actuar. El paparazzi actúa como lo hizo en su momento Cartier-Breson, como un mesías social, la diferencia radica que si bien este quería mostrar la realidad, esta nueva fotografía empezaba a crear la suya propia.

Pasamos así del pasado al robado. De lo real a lo onírico. De lo que es a lo que querríamos ser. Hablan de la cultura como el legado que cada sociedad o época deja a futuras generaciones, pero no es posible que personajes como Lady Gaga o Chantal Biya sean el reflejo de una sociedad actual. Películas de estudio, documentales más o menos comprometidos, canciones, pinturas o fotografías simuladas nos pueden acercar a la idea y problemática en la que se ve sumergida nuestro presente generacional pero tampoco son el reflejo real de lo que somos y de cómo vivimos.

Debido a esas leyes antes mencionadas no se puede fotografiar a un ciudadano cualquiera cualquier día a cualquier hora y en cualquier lugar sin la cesión de ciertos derechos de imagen, tan solo en países tercermundistas podríamos recuperar esa labor. Es por eso que diferentes publicaciones se ven pobladas de reportajes fotográficos de zonas hundidas o de diversos guetos sociales como muestra de nuestra sociedad. La popularización de la fotografía y la mala prensa hacia la labor de aquellos fotógrafos llamados paparazzi da lugar a la imposibilidad de creación de una biblioteca fotográfica de nuestro tiempo desde el punto de vista mas humano y popular. A través de las redes sociales y de la posibilidad de captar de forma inmediata nuestro día a día dejamos constancia del mundo en el que vivimos y del tipo de vida que llevamos, el principal problema es que edulcoramos aquello que queremos mostrar. Perdimos la objetividad hacia nuestra propia vida o persona en favor de un legado que nos convierta en aquello que estrellas de cine, músicos o celebrities nos muestran como el culmen de la perfección.

Como dijo el Cardenal de Retz, "no hay nada en este mundo que no tenga un instante decisivo", pero hemos olvidado que en ese instante decisivo, ese 1/125 en el que tarda el obturador en dispararse y que Cartier-Bresson calificaba como nuestro único momento de creación, se debe unir aquello que ya dije antes: ojos, cabeza y corazón.

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